2º BACH. LENGUA Y LITERATURA

Modelo de examen EVAU

Orientaciones EVAU

Cuaderno pedagógico sobre Bodas de Sangre (2017)

Cuaderno pedagógico sobre Bodas de Sangre


AMPLIACIÓN. FORMACIÓN DE PALABRAS


En las tardes dominicales y durante las vacaciones veraniegas los tres amigos frecuentaban los prados y los montes y la bolera y el río. Sus entretenimientos eran variados, cambiantes y un poco salvajes y elementales. Es fácil hallar diversión, a esa edad, en cualquier parte. Con los tirachinas hacían, en ocasiones, terribles carnicerías de tordos, mirlos y malvises. Germán el Tiñoso sabía que los tordos, los mirlos y los malvises, al fin y al cabo de la misma familia, aguardaban mejor que en otra parte, en las zarzamoras y los bardales, a las horas de calor. Para matarlos en los árboles o en la vía, cogiéndolos aún adormilados, era preciso madrugar.
Miguel Delibes. El camino


ACTIVIDADES
1.     Señala la estructura morfológica de las siguientes palabras del texto: tardes, dominicales, veraniegas, amigos, frecuentaban, tirachinas.
2.      Clasifica los morfemas que aparecen en las siguientes palabras: bolera, salvajes, aguardaban, Tiñoso, adormilados, madrugar.
3.      Busca en el texto dos palabras derivadas y dos compuestas.
4.      Segmenta las palabras de la siguiente oración en los morfemas que las componen.

Sus entretenimientos eran variados, cambiantes y un poco salvajes y elementales


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Textos para el comentario



Veneno
La basura mediática que uno se traga cada día no deja lesión alguna, ni siquiera microscópica, en la mucosa más sensible del cerebro. Las neuronas procesan toda la mierda tóxica que nos rodea y tal como les llega la trasladan al conocimiento sin que se produzca fisiológicamente ningún control ni rechazo. La contaminación del aire congestiona los pulmones e irrita la garganta e incluso puede provocar cáncer; en cambio, el veneno moral e ideológico que uno respira penetra en la raíz de la conciencia sin que el cerebro reaccione ante un ataque tan rudo y persistente. Hay que imaginar qué sucedería si las ideas y creencias con que se nutre el cerebro cambiaran de sustancia y fueran a parar al estómago en forma de alimento que se adquiere en un colmado. Muchas noticias del telediario te harían vomitar durante el almuerzo y después de tragarte un debate histérico e inconsistente, de oír el comentario crispado de un político idiota, de leer un artículo sectario, una disentería fulminante te mandaría corriendo al cuarto de baño. El nacionalismo fanático, la corrupción política y la banalidad gansa de la cultura, en un colmado serían productos equivalentes a la carne de perro, al aceite de colza, a la fruta con gusanos y al pescado podrido. Si en la tienda la gente rechaza por instinto un alimento pasado de fecha, ¿por qué acepta una creencia rancia como si no le dañara? La denominación de origen y el control de calidad que rigen en la alimentación, no atañen a los productos destinados al cerebro, aunque estén llenos de bacterias. Nuestra conciencia largamente intoxicada acepta con normalidad el veneno diario que recibe en lo que uno lee, oye, contempla, huele y respira, de forma que el ciudadano se comporta con toda naturalidad en la vida, creyéndose sano y libre, sin saber que está envenenado.

Manuel Vicent, El País, 22 de febrero de 2015




Matrimonios

Los matrimonios entre las palabras son más sólidos que los del Hollywood actual. Echas un vistazo al periódico y ahí están, envejeciendo juntos, términos como uranio enriquecido, despliegue militar, memoria frágil, asignatura pendiente, banda armada, seguridad privada, gas natural, guardia civil, páginas amarillas, realidad nacional, inyección moral, consejero delegado, comunicado oficial, inflación anual... Inflación, por cierto, es bígama, pues se la ve mucho también con subyacente. No es el único caso, pero sí uno de los más activos: hay días en los que aparece copulando con anual en la primera página y con subyacente en la segunda, es que no para. En cualquier caso, sería muy de agradecer que todos estos matrimonios hicieran un intercambio de parejas para alumbrar uniones más estimulantes: militar frágil, guardia amarillo, uranio moral, memoria enriquecida, seguridad civil...

Aunque no todos los matrimonios entre palabras son tan convencionales. Ayer encontré un trío: "Proyecto Gran Simio". Estos enlaces de tres palabras, sin ayuda de preposición o artículo que les ayude a articularse, constituyen rarezas muy interesantes. Proyecto Gran Simio. Sorprende la naturalidad con la que se pronuncia, la sencillez con la que sale de la boca, lo que quiere decir que los tres vocablos se llevan bien. Tal vez no se trate de un trío sexual, sino de una familia. Posiblemente, proyecto sea hijo de simio, que es a su vez cónyuge de gran. Ello explicaría la ausencia de conflicto. He aquí, en cualquier caso, un ejemplo de convivencia verbal del que, con la que está cayendo, deberíamos tomar nota.

Pero no es la única rareza con la que he tropezado esta semana. Así, entre los matrimonios convencionales, de sólo dos palabras, descubrí uno completamente nuevo, al menos para mí. Se trata de "inteligencia seductora". Di con él en la contraportada de La Vanguardia. Inteligencia venía metiéndose en la cama hasta ahora con voces tales como diabólica, emocional, aguda, incluso con militar, pese a la incompatibilidad aparente, pero jamás con seductora. Me gusta este nuevo maridaje, inteligencia seductora. Lo que hace falta es que pase de la gramática a la realidad. Y que sea para bien.

JUAN JOSÉ MILLÁS, El País, 5 MAY 2006



"¿Hay que vivir solo para ser libre?" La pregunta, que fue uno de los temas propuestos a los bachilleres franceses en los exámenes de junio de 1980, además de incitarnos al lamento por el desigual nivel entre nuestros estudiantes y los del país vecino, tiene la virtud de sugerirnos esa serie de "conexiones" y "diferencias" con las cuales Wittgenstein pretendía evitar que el filósofo se perdiera en la niebla de sus especulaciones. "Libertad", en efecto, connota, supone e implica "soledad", en la medida en que se diferencia e incluso se opone a "igualdad", a "universalidad" o a "uniformidad". Se sabe libre quien se siente autónomo, independiente, incoaccionado, insumiso, quien se resiste a verse perdido entre las cosas, enajenado en ellas o por ellas, extrañado en y por sus semejantes. Ser libre significa saber y poder responder de uno mismo, esforzarse por mantener una cierta integridad y coherencia. La libertad casa bien con la "diferencia", con la distancia respecto a lo que iguala e impide un autodesarrollo suficiente y satisfactorio.
"La imaginación ética" de Victoria Camps.




Comunicarnos con el cuerpo

[Flora Davis, La comunicación no verbal (2004).]

Los mimos siempre han sabido que los movimientos corporales de un hombre son tan personales como su firma. Los novelistas también saben que, con frecuencia, los gestos reflejan el carácter de sus personajes.
Las investigaciones acerca de la comunicación humana a menudo han descuidado al individuo en sí. No obstante, es obvio que cualquiera de nosotros puede hacer un análisis aproximado del carácter de un individuo basándose en su modo de moverse rígido, desenvuelto, vigoroso, y la manera en que lo haga representa un rasgo bastante estable de su personalidad.
Tomemos por ejemplo la simple acción de caminar: levantar en forma alterna los pies, llevarlos hacia adelante y colocarlos sobre el piso. Este solo hecho nos puede indicar muchas cosas. El hombre que habitualmente taconee con fuerza al caminar nos dará la impresión de ser un individuo decidido. Si camina ligero, podrá parecer impaciente o agresivo, aunque si con el mismo impulso lo hace más lentamente, de manera más homogénea, nos hará pensar que se trata de una persona paciente y perseverante. Otra lo hará con muy poco impulso como si cruzando un trozo de césped tratara de no arruinar la hierba y nos dará una idea de falta de seguridad. Como el movimiento de la pierna comienza a la altura de la cadera, hay otras variaciones. El hecho de levantar las caderas exageradamente da impresión de confianza en sí mismo; si al mismo tiempo se produce una leve rotación, estamos ante alguien garboso y desenfadado. Si a esto se le agrega un poco de ritmo, más énfasis y una figura en forma de guitarra, tendremos la forma de caminar que, en una mujer, hará volverse a los hombres por la calle.
Esto representa el "cómo" del movimiento corporal, en contraste con el "qué": no el acto de caminar sino la forma de hacerlo.






El sistema inmunitario tiene como finalidad distinguir lo propio de lo ajeno y, una vez reconocido lo ajeno, eliminarlo. La mayoría de las sustancias extrañas, o antígenos, están compuestas por proteínas. Los microorganismos que llegan al organismo los captan una serie de células, denominadas presentadoras de antígeno, que desnaturalizan las proteínas en péptidos (fragmentos) de 15 a 20 aminoácidos y los presentan a los linfocitos T de subtipo CD4. Tras la interacción entre las células presentadoras y los linfocitos T, estos últimos se activan y dan lugar a la producción de citocinas, iniciándose así la respuesta inmunitaria con la posterior eliminación del agente extraño.
                Las células presentadoras de antígeno (linfocitos B, macrófagos, células dendríticas, células endoteliales, etc.) incluyen los péptidos producidos en las moléculas del complejo principal de histocompatibilidad (MHC) de clase H. En linfocitos B y células dendrítícas la expresión de estas moléculas es constitutiva, se hallan, siempre presentes, mientras que en las otras células se requiere el tratamiento previo con interferón gamma (lFNy). El péptido que está en forma lineal se instala en el surco de la molécula de clase II del MHC; el receptor de los linfocitos T reconocerá específicamente a ambos, péptido y molécula. La propia respuesta inmunitaria frente a un antígeno proteico y la contundencia de la misma dependen, en definitiva, de la correcta interacción entre los receptores T de los linfocitos y las moléculas de clase II del, MHC que contengan el péptido.
ANTONIO CELADA: «Función del MHC» en Investigación y ciencia, abril, 1996





Las migraciones son una de las principales manifestaciones de la movilidad humana, una realidad tan antigua como la humanidad. Nos hemos pasado la vida moviéndonos de un sitio para otro y nuestra historia como especie es el cuento de unos seres que se han trasladado incesantemente y se siguen moviendo, cada vez más. La especie humana es la de mayor movilidad en la medida en que se ha extendido por toda la faz de la tierra. Cada especie, vegetal o animal, vive adaptada a su correspondiente ecosistema, pero el ser humano se ha instalado en las llanuras, bosques y desiertos, en las estepas, polos y selvas, en la tundra, la sabana y las costas. Este hecho se debe a la extrema adaptabilidad del ser humano, adaptabilidad no sólo de origen genético sino también cultural, junto con el aprendizaje situacional transmitido de generación en generación.

Hablamos de necesidad, libertad y adaptación, pero las migraciones son también impuestas, forzadas, inducidas y planificadas. Es conveniente distinguir las migraciones totalmente forzadas o impuestas –como las realizadas con el tráfico de esclavos en distintas épocas y áreas–, de las migraciones inducidas e impulsadas por los gobiernos –como, por ejemplo, el poblamiento en América Latina de europeos blancos en el siglo XIX, de colonos franceses en Argelia, o del Plan Bracero establecido entre Estados Unidos y México ya en los años cuarenta del siglo XX–, o de las migraciones voluntarias –como los procesos migratorios contemporáneos sobre los que nos centraremos en esta obra–, sin que este adjetivo signifique en modo alguno que se adoptan con total libertad, sin condicionamientos o sin regulaciones oficiales. Aunque las migraciones económicas actuales no son totalmente coercitivas –como fueron los procesos de tráfico de mano de obra esclava– ni son inducidas y planificadas directamente desde los gobiernos –como múltiples experiencias de temporeros–, lo cierto es que están fuertemente condicionadas por factores económicos y sociopolíticos, e influidas por las políticas y normas de los gobiernos.



Carlos Jiménez Romero, Qué es la inmigración




Pero ¿qué son las humanidades? Supongo que nadie sostiene en serio que estudiar matemáticas o física son tareas menos humanistas, no digamos menos "humanas", que dedicarse al griego o a la filosofía. (…)
Según se dice, las facultades que el humanismo pretende desarrollar son la capacidad crítica de análisis, la curiosidad que no respeta dogmas ni ocultamientos, el sentido de razonamiento lógico, la sensibilidad para apreciar las más altas realizaciones del espíritu humano, la visión de conjunto ante el panorama del saber, etc. Francamente no conozco ningún argumento serio para probar que el estudio del latín y el griego favorecen más estas deseables cualidades que el de las matemáticas o la química. Pongo esos dos ejemplos a fin de hablar con total imparcialidad, porque siempre fui incompetente por igual en el estudio de esas cuatro disciplinas. Sin dudar del interés intrínseco de ninguno de tales saberes ¿cómo establecer que es más enriquecedora humanamente la filología de las palabras que la ciencia experimental de las cosas? (…)
Dudo que el interés estrictamente cultural del primer aprendizaje sea superior al del segundo y desde luego me indignaría ver menospreciar este por su condición más práctica o técnica.

                          Fernando Savater,  El valor de educar




Es digna de estudio la preocupación que tienen los países de todo el mundo por organizar los Juegos Olímpicos o cualquier evento deportivo de alto nivel, con los correspondientes y astronómicos gastos económicos, muchas veces invertidos a fondo perdido, que refleja, cuando menos, una estrecha relación entre el deporte y el poder político, un poco contradictoria con los pensamientos de Coubertin. Parece ser que hay una clara relación entre las condiciones económicas de un país y sus éxitos deportivos. Es evidente que la capacidad económica proporciona unos medios para la actividad deportiva pero no ofrece garantías totales de éxito, ni de cómo se van a emplear los presupuestos, ni se asegura efectividad en la planificación, ejecución y evaluación de los programas deportivos. Como bien se ha comentado, no es el hombre más rico el mejor deportista, pero sí tiene todas las condiciones y posibilidades para realizarlo. En la última reunión que mantuvieron los dirigentes del deporte mundial para designar la sede de la Olimpiada de 1992, que felizmente recayó en Barcelona, se sucedieron una serie de situaciones un tanto escabrosas por parte de algunas delegaciones que, con el afán de conseguir la designación olímpica, rozaron el soborno en sus formas más sublimes y elegantes. Como vemos, existe una directa relación entre deporte, política y negocio, en clara contradicción con los ideales olímpicos, que persiguen fines pedagógicos y beneficiosos para la Humanidad. Los nobles ideales que encierra el olimpismo, el enfrentamiento limpio de los que corren, saltan y se esfuerzan por el mero hecho de competir, en definitiva, el pensamiento de Coubertin, contrastan desesperadamente con los actuales intereses de organizadores, los abusos propagandísticos y el desmesurado profesionalismo.

José Antonio Rodríguez y José Manuel Zambrana, Deporte y sociedad en Europa


En un principio, la actividad instrumental del hombre fue muy elemental y funcionó al servicio de fines biológicos muy elementales –alimentación, defensa, alojamiento-, pero se diferenció de la de los simios más cercanos en que éstos, capaces, por supuesto, de arrojar piedras, de utilizar un palo como bastón o de convertir una rama en instrumento para robar miel de una colmena, jamás llegaron a trascender los límites de esta actividad instrumental de primer orden. Como ha mostrado no hace mucho Jrustov, un simio es totalmente incapaz de construir instrumentos valiéndose de otros instrumentos, es incapaz de acceder a una actividad instrumental de segundo orden, hazaña que, sin embargo, realizó el primer pitecántropo que astilló una piedra con otra para conseguir artificialmente una potenciación rudimentaria de su mano.
En un principio, no obstante, esta actividad instrumental de segundo orden se hallaba, al parecer, al servicio de fines biológicos muy elementales, semejantes a los perseguidos instintivamente por otras especies; los primeros homínidos se movieron probablemente en una precultura o cuasicultura: la cultura arcaica del Homo habilis, en el Paleolítico inferior, es posible que presentara todavía tales características. El paso siguiente, probablemente unido al desarrollo del lenguaje, consistió en ampliar los fines biológicos, de pura supervivencia, con valores religiosos y artísticos totalmente desconocidos en el mundo animal: el ser humano comenzó a enterrar a sus muertos de acuerdo con normas inventadas por él mismo, empezó a construir adornos para su cuerpo y a decorar sus cuevas con pinturas y símbolos. La humanización había comenzado.

José Luis Pinillos, La mente humana



  

A diferencia de la selección artificial que el hombre lentamente efectúa con animales y plantas, potenciando determinadas características para mejorar su productividad, la selección natural no persigue ningún objetivo. Es más, no hay variantes génicas mejores que otras en sentido absoluto, sino que todo depende de las circunstancias del medio ambiente. Lo que es favorable en un momento dado, puede no serlo en otro. Además, por un fenómeno que se conoce como mutación, de cuando en cuando nacen individuos con variantes nuevas, pero de ninguna manera los hábitos o necesidades de los individuos determinan en qué dirección se producirán las mutaciones. No obstante, estas son una fuente inagotable de novedades sobre las que actúa la selección natural, modificando con el tiempo las especies e impulsando su evolución. Las mutaciones no producen por sí solas nuevas especies, sino que aumentan la variabilidad de las existentes.
El azar también representa un papel importante en la evolución; por ejemplo, cuando unos pocos individuos sobreviven aleatoriamente (es decir, sólo por su buena suerte) a una catástrofe ecológica que diezma los efectivos de su especie, o cuando unos pocos individuos son transportados pasivamente por las fuerzas de la naturaleza (el viento, los ríos o las corrientes marinas) para fundar una nueva población. Las características de estos individuos seleccionados por el azar podrían no ser las más frecuentes en la población original y, sin embargo, son el punto de partida de la evolución posterior.

Juan Luis Arsuaga e Ignacio Martínez, La especie elegida



Al margen de que el periodismo impreso sobreviva o no, tan transformado como cada caso  requiera, el quiosco digital al que nos acercaremos en la nueva era ofrecerá una variedad  fascinante. Pero no hay que perder la calma. Esto que viene es lo de siempre, en un nuevo  formato. El fondo, el mismo: libertad de expresión, que necesita de democracia consolidada; mercado, que por encima de todo debe ser regulado, de lo contrario se convierte en una  bestia depredadora; periodistas, que deben ser formados en la ética del oficio, pagados con  justicia y leídos con confianza. Y, más allá de cualquier duda, los indispensables lectores que  sepan lo que quieren y a quién reclamárselo.
Será un inmenso quiosco en el que cabrá de todo -desde los espontáneos que mandan sus  vídeos hasta los redactores que nos cuentan que se han sacado un moco-, habrá de todo -  intentos logrados de grandes reportajes, blogs de buenos escritores, buenos columnistas-, y tendremos que pagar por ello. Porque el único poder real que se nos deja ejercer a los lectores, aparte de las cartas al director, las protestas a los defensores del lector y los comentarios a una información, es el poder de dar la espalda a lo que no nos gusta. Eso, en el quiosco, se escenifica fácilmente: pasas de largo o cambias de diario. Para que nuestra actitud funcione en el quiosco digital que se aproxima, hemos de ser lectores de pago. De lo contrario se nos pasarán por el forro.

Maruja Torres, Periodismo humano





Hace algunos años, en plena efervescencia económica, unos grandes almacenes en Londres se anunciaban con un lema perturbador: "Compro, luego soy". Ya diversos antropólogos y sociólogos consideraban que uno es lo que consume, un grado más fino que el dicho "de lo que se come se cría". La crisis económica está llevando a los españoles a cambiar sus pautas de consumo. Para gastar menos, de la mano de unos ingresos más bajos o de la creciente percepción de que pueden bajar en un futuro próximo. No todo es negativo. Puede cambiar, para bien, nuestra manera de ser.
Según el Centro de Investigaciones Sociológicas y otras encuestas, en lo que más hemos reducido nuestros gastos los españoles es en ocio en general y en alimentación, lo que resulta preocupante. Compramos menos carne y pescado y más pollo. Algunos comercios pierden, pero los que se han adaptado para presentar una oferta de crisis, es decir, más barata, crecen. La hostelería ve cómo hay menos gente que cena fuera entre semana, mas no es una mala cosa, especialmente para los privilegiados que tienen que ir a trabajar al día siguiente. Y reunirse en las casas en vez de salir por ahí contribuye a reforzar los vínculos sociales directos.
Los roperos están inflados, por lo que no es extraño que la gente se lo piense dos veces antes de gastar en una prenda que probablemente no necesite. Resulta muy positivo que se ahorre en transporte, usando más el público, en beneficio del medio ambiente. Los proveedores de servicios se ven sometidos a una nueva presión por los consumidores, que vuelven a ser clientes, y que miran mucho más la factura de agua, gas, electricidad o telefonía, terrenos en los que también estamos cambiando saludablemente nuestros hábitos apagando la luz y cerrando los grifos. Lo que resulta más preocupante es que se aplacen las visitas al dentista en un país en el que el nivel socioeconómico se deja ver aún en la dentadura.
Ahora bien, si la crisis logra que algunos de estos cambios de hábitos se afiancen, estaremos mejorando nuestro entorno. Paradojas: sin más consumo no saldremos de esta.

Editorial, El País, 7-2-2012


Los tres españoles más ricos acumulan la misma riqueza que el 30% más pobre

En el mundo, ocho personas tienen la misma riqueza que 50% que menos tiene

Madrid
La brecha de la desigualdad en España se amplía y se alarga por arriba; es decir, la riqueza se concentra aún más y ya son solo tres personas (el fundador de Inditex, Amancio Ortega; su hija Sandra; y el presidente de Mercadona, Juan Roig) quienes acumulan la misma riqueza que el 30% más pobre de España, 14,2 millones de personas. Esta cifra equivale a la población de la Comunidad de Madrid y Cataluña juntas.
Según el informe Una economía para el 99%, elaborado por Oxfam Intermón con motivo de la celebración esta semana del Foro Económico Mundial de Davos, que reúne a la elite política y empresarial, cada día 7.000 nuevas personas han pasado a engrosar la lista de millonarios; aproximadamente, 20 nuevos al día. Mientras, el 30% más pobre vio reducida su riqueza en más de una tercera parte.
En 2007, el 10% más rico disfrutaba en España de una renta 10 veces superior a la del 10% más pobre. En 2015 esta diferencia era de 15 veces.
"En términos de su distribución, la generación de riqueza durante el último año no ha llegado a todos por igual, haciendo que la distancia entre quienes más y menos tienen se ensanche", recoge el informe.
La investigación de Oxfam recoge además que desde el inicio de la crisis, España se ha convertido en el segundo país de la Unión Europea, tras Chipre, donde más ha crecido la desigualdad de renta, 20 veces más que el promedio europeo. "España, a pesar de haber mostrado durante los últimos años una de las tasas de crecimiento más altas en Europa, no logra que este crecimiento sea inclusivo. Con crecimientos similares durante 2015, vecinos como Eslovaquia o Hungría consiguen reducir más la desigualdad y promover así un crecimiento más equitativo", explica la ONG.

La desigualdad en España no es el resultado de la crisis

La desigualdad en España no es el resultado de la crisis económica, aunque se haya acentuado durante la misma, según denuncia Intermón. "De hecho, la recuperación económica de los dos últimos años no ha servido para reducirla aunque se haya acentuado durante la misma. La desigualdad en España continúa aumentando como resultado de una economía que promueve una distribución injusta de las rentas y las oportunidades que se generan", explica en el informe.
"Lo que sí ha puesto la crisis de claro manifiesto son las fisuras en el diseño y las estructuras básicas de este modelo económico, que está en realidad ahondando en las brechas y profundizando en la desigualdad. Además, el fuerte impacto de este periodo de crisis ha mostrado cómo muchos de los principios sobre los que se toman las decisiones económicas nos llevan hacia la extrema concentración de la riqueza, la insostenibilidad medioambiental y a un injusto reparto de cargas y beneficios. De continuar así, el aumento de la desigualdad económica amenaza con fracturar de manera irreversible nuestra sociedad, aumentando la desafección social y política de manera generalizada", añade la organización.

(...)



LITERATURA. Textos para el comentario


¡Intelijencia, dame el nombre
exacto de las cosas!
…Que mi palabra sea
la cosa misma,
creada por mi alma nuevamente.
Que por mí vayan todos
los que no las conocen, a las cosas;
que por mí vayan todos
los que ya las olvidan, a las cosas;
Que por mí vayan todos
los mismos que las aman, a las cosas…
¡Intelijencia, dame
el nombre exacto, y tuyo,
y suyo, y mío, de las cosas!
2
Vino, primero pura,
vestida de inocencia;
y la amé como un niño.
Luego se fue vistiendo
de no sé qué ropajes;
y la fui odiando sin saberlo.
Llegó a ser una reina
fastuosa de tesoros…
¡Qué iracundia de hiel y sin sentido!
Mas se fue desnudando
y yo le sonreía.
Se quedó con la túnica
de su inocencia antigua.
Creí de nuevo en ella.
Y se quitó la túnica
y apareció desnuda toda.
¡Oh pasión de mi vida, poesía
desnuda, mía para siempre!


Juan Ramón Jiménez


Aquel ambiente de inmovilidad, de falsedad, se reflejaba en las cátedras. Andrés Hurtado pudo comprobarlo al comenzar a estudiar Medicina. Los profesores del año preparatorio eran viejísimos; había algunos que llevaban cerca de cincuenta años explicando. Sin duda no los jubilaban por sus influencias y por esa simpatía y respeto que ha habido siempre en España por lo inútil. Sobre todo, aquella clase de Química de la antigua capilla del Instituto de San Isidro era escandalosa. El viejo profesor recordaba las conferencias del Instituto de Francia, de célebres químicos, y creía, sin duda, que explicando la obtención del nitrógeno y del cloro estaba haciendo un descubrimiento, y le gustaba que le aplaudieran. Satisfacía su pueril vanidad dejando los experimentos aparatosos para la conclusión de la clase con el fin de retirarse entre aplausos como un prestidigitador. Los estudiantes le aplaudían, riendo a carcajadas. A veces, en medio de la clase, a alguno de los alumnos se le ocurría marcharse, se levantaba y se iba. Al bajar por la escalera de la gradería los pasos del fugitivo producían gran estrépito, y los demás muchachos sentados llevaban el compás golpeando con los pies y con los bastones. En la clase se hablaba, se fumaba, se leían novelas, nadie seguía la explicación; alguno llegó a presentarse con una corneta, y cuando el profesor se disponía a echar en un vaso de agua un trozo de potasio, dio dos toques de atención; otro metió un perro vagabundo, y fue un problema echarlo. Había estudiantes descarados que llegaban a las mayores insolencias; gritaban, rebuznaban, interrumpían al profesor. Una de las gracias de estos estudiantes era la de dar un nombre falso cuando se lo preguntaban.
 —Usted —decía el profesor señalándole con el dedo, mientras le temblaba la perilla por la cólera—, ¿cómo se llama usted?
—¿Quién? ¿Yo? 
—Sí, señor ¡usted, usted! ¿Cómo se llama usted? —añadía el profesor, mirando la lista. 
—Salvador Sánchez. —Alias Frascuelo —decía alguno, entendido con él. 
—Me llamo Salvador Sánchez; no sé a quién le importará que me llame así, y si hay alguno que le importe, que lo diga —replicaba el estudiante, mirando al sitio de donde había salido la voz y haciéndose el incomodado. 
—¡Vaya usted a paseo! —replicaba el otro. 
—¡Eh! ¡Eh! ¡Fuera! ¡Al corral! —gritaban varias voces. —Bueno, bueno. Está bien. Váyase usted —decía el profesor, temiendo las consecuencias de estos altercados. El muchacho se marchaba, y a los pocos días volvía a repetir la gracia, dando como suyo el nombre de algún político célebre o de algún torero. Andrés Hurtado los primeros días de clase no salía de su asombro. Todo aquello era demasiado absurdo. Él hubiese querido encontrar una disciplina fuerte y al mismo tiempo afectuosa, y se encontraba con una clase grotesca en que los alumnos se burlaban del profesor. Su preparación para la Ciencia no podía ser más desdichada.


El árbol de la ciencia, Pío Baroja

oo OOO oo


Y entonces, serena y tranquilamente, a media voz, me contó una historia que me sumergió en un lago de tristeza. Cómo don Manuel le había venido trabajando, sobre todo en aquellos paseos a las ruinas de la vieja abadía cisterciense, para que no escandalizase, para que diese buen ejemplo, para que se incorporase a la vida religiosa del pueblo, para que fingiese creer si no creía, para que ocultase sus ideas al respecto, mas sin intentar siquiera catequizarle, convertirle de otra manera.
-Pero ¿es eso posible? -exclamé, consternada.
-¡Y tan posible, hermana, y tan posible! Y cuando yo le decía: «Pero, ¿es usted, usted, el sacerdote, el que me aconseja que finja?», él, balbuciente: «¿Fingir? ¡Fingir, no!, ¡eso no es fingir! Toma agua bendita, que dijo alguien, y acabarás creyendo».
Y como yo, mirándole a los ojos, le dijese: «¿Y usted celebrando misa ha acabado por creer?», él bajó la mirada y se le llenaron los ojos de lágrimas. Y así es como le arranqué su secreto.
-¡Lázaro! -gemí.
Y en aquel momento pasó por la calle Blasillo el bobo, clamando su «¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?».
Y Lázaro se estremeció creyendo oír la voz de don Manuel, acaso la de Nuestro Señor Jesucristo.
-Entonces -prosiguió mi hermano- comprendí sus móviles y con esto comprendí su santidad; porque es un santo, hermana, todo un santo. No trataba, al emprender ganarme para su santa causa -porque es una causa santa, santísima-, arrogarse un triunfo, sino que lo hacía por la paz, por la felicidad, por la ilusión si quieres, de los que le están encomendados; comprendí que si los engaña así -si es que esto es engaño- no es por medrar. Me rendí a sus razones, y he aquí mi conversión. Y no me olvidaré jamás del día en que diciéndole yo: «Pero, don Manuel, la verdad, la verdad ante todo», él temblando, me susurró al oído -y eso que estábamos solos en medio del campo-: «¿La verdad? La verdad, Lázaro, es acaso algo terrible, algo intolerable, algo mortal; la gente sencilla no podría vivir con ella». «Y ¿por qué me la deja entrever ahora aquí, como confesión?», le dije. Y él: «Porque si no me atormentaría tanto, tanto, que acabaría gritándola en medio de la plaza, y eso jamás, jamás, jamás. Yo estoy para hacer vivir a las almas de mis feligreses, para hacerlos felices, para hacerles que se sueñen inmortales y no para matarlos. Lo que aquí hace falta es que vivan sanamente, que vivan en unanimidad de sentido, y con la verdad, con mi verdad, no vivirían. Que vivan. Y esto hade la Iglesia, hacerlos vivir. ¿Religión verdadera? Todas las religiones son verdaderas en cuanto hacen vivir espiritualmente a los pueblos que las profesan, en cuanto les consuelan de haber tenido que nacer para morir, y para cada pueblo la religión más verdadera es la suya, la que ha hecho. ¿Y la mía? La mía es consolarme en consolar a los demás, aunque el consuelo que les doy no sea el mío». Jamás olvidaré estas sus palabras.

San Manuel Bueno, mártir
Miguel de Unamuno




Abrióse la mañana con la gracia y lozanía de una flor inmensa. El barco se había acercado a la costa, cándida de humos de nieblas y de hogares, y rubia del sol reciente y bueno... 
Félix y sus amigas se contemplaron con más detenimiento que en la pasada noche, y sintiéronse íntimos, gozosos, comunicados de una gloriosa llama de alegría, de la beatitud de la hermosura del cielo y del mar. 
Princesas de conseja le parecieron al estudiante las dos mujeres. Vestían de blanco, y bajo sus floridos sombreros de paja, color de miel, desbordaban las cabelleras, apretadas, doradas, ondulantes como los sembrados maduros. Félix era alto, pálido, y más rubio que ellas; llevaba una azulada boina, y por corbata un pañuelo de seda blanca, ceñido con graciosa lazada de artista o de niño. 
Hablaron de ellos mismos, de sus casas. La señora miraba a Félix con curiosidad y enternecimiento. Le dijo su nombre; Beatriz, y el de su hija: Julia. 
El de la madre dio a Félix sabor y perfume de mujer patricia y romántica. Parecíale llena de gracia y de misterio, y su palabra más dulce, cálida y sabrosa que los panales recién cortados. No le rindió la usada galantería de que la hubiese creído hermana de Julia, sino que las supuso lo que realmente eran, y que Naturaleza había dado que una maravillosa juventud crease otra melliza, como dos flores de un mismo rosal que, abriéndose en tarde distinta, tienen después la misma fragancia y hermosura. 
Beatriz le advirtió con suave ironía:
 -¡Ay, no siga, que por allí vienen el señor Ripoll y su amigo el capitán! Pasaron mucho tiempo distraídos contemplando los faros que aparecían subidos a los abruptos peñascales de los cabos como columnas de cuajadas espumas, y algunas surgían de la llanura de la costa humilde, mirándose sosegadamente en las aguas.  Félix, tendiendo su brazo, exclamó:
 -Ahora me impresionan esas torres blancas y solitarias lo mismo que me emocionó ayer este barco, mirado desde el muelle. Me parecía nave sagrada, y en sus costados, hechos para mis ojos de aquel santo y resplandeciente metal de Corinto de que nos hablan las Escrituras, veía yo copiarse el misterio y rareza de las gentes, de las tierras y de los bosques, cuyos mares habrá hendido con la negra ala de su proa... Pues ahora es la paz de los faros lo que me ilusiona y atrae, los faros, que son pedazos de humanidad desamparada dentro del silencio de los cielos y de las aguas... ¡Miren aquel cabo vaporoso, blanco, suave como una ola que se hubiera muerto sin deshacerse, o una nube dormida encima del mar! ¡Y allá, en la tierra, aquella montaña que se levanta desde lo hondo del mundo para coronarse de azul y de sol... y para mirarnos!...
Las cerezas del cementerio, Gabriel Miró




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